Un gol
en propia puerta y otro de Griezmann en diez minutos deciden el partido. El
Atléti administra la renta y se dosifica. Oblak vuelve a hacer un paradón. La
Real se queda sin argumentos ni ideas tras el 2-0. Victoria cómoda y a pensar
en el Málaga.
El
Atlético de Madrid sabía que la mejor manera de no desgastarse mucho es
sentenciar los partidos lo antes posible. Así fue como sucedió este martes en
el Vicente Calderón. En los diez primeros minutos, el encuentro fue liquidado.
Aunque primero vinieron los avisos. Primero una llegada con peligro que acabó
en córner. En este saque de esquina, Arda la manda al palo tras un rechazo
dentro del área. A la tercera no se iba a perdonar.
Saque
desde la esquina muy cerrado de Koke que peina Xabi Prieto a su portería. Un
zarpazo más del laboratorio del Cholo y el mono a los tres minutos. Poco
después, tan sólo seis minutos después, llegó el segundo. Disparo de
Koke desde la frontal del área, Guillermo Rulli despejaba al centro, y a boca
jarro, Antoine Griezmann no perdonaba para marcar su décimo sexto gol de la
temporada. El francés no lo celebraba por su pasado realista.
En vistas del panorama, el Atléti decidió que era buen
momento para poner el automático y administrar la gasolina de cara a los
próximos compromisos. Así fueron pasando los minutos con un equipo rojiblanco
defendiendo sin sustos y manejando los tiempos del partido y una Real que no
llegaba al área de Oblak, y que si fuera por ellos daban el partido por
resuelto.
Tras el descanso el guión no cambió ni un ápice. Eso sí,
Simeone movió el banquillo. Jiménez sustituía a Torres. El mexicano luchó y
trató de aguantar el esférico para que el equipo saliera. Casi sin tiempo, cerca
de los últimos instantes del encuentro,Saúl entraba por Arda y Gabi por
Griezmann –muy aplaudido-. El francés no para de crecer.
El único tiro con peligro de la Real fue de Granero, en un
lanzamiento de falta en el que Oblak volvía a volar para evitar el gol. La
única ocasión con peligro donostiarra era abortada por el meta esloveno, cada
vez más asentado en la portería. La grada ya le ha descubierto. Es un
porterazo. Transmite una gran seguridad en todas sus acciones.
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